Siempre me pregunté cómo reaccionaría ante tal situación, desde siempre realicé multitud de cursos en los cuales por norma se incluía, aunque con el tiempo se modificaban los protocolos de actuación y probablemente se siga afinando más aún. Siempre pensé que algún día lo tendría  que hacer en la orilla de algún río de cualquier parte del mundo,

Me hallaba comprando la verdura para el resto de la semana en el mercadillo de Altea. Mientras negociaba unos aguacates pochos, detrás de mí, a unos escasos 5 metros, una mujer se desplomó golpeándose la cabeza contra el suelo. Esos 7 u 8 kilos de cráneo hicieron un ¡cloc! que retumbó en el aire.  Una mujer gritó desgarradamente -¡Mi madre! Fui el primero en socorrerla, metí la mano bajo su cabeza y el calor de su sangre empapó mi mano, mojándola como sólo sabe hacerlo la sangre. Pronto se arremolinó la gente. Todos daban instrucciones de manera histérica. Gritaban, – ¡llamad a un médico! pero nadie como su hija gritaba/suplicaba que viniera rápido una ambulancia. La mujer empezó a convulsionar y  por unos instantes me quedé en blanco. Intenté abrir las vías respiratorias pero su mandíbula se tensionaba a la par que dejaba salir un poco de espuma y no me dejaba. Intenté meter los dedos en su boca mientras sus ojos se tornaban en blanco. La gente se apiñaba alrededor sin parar de gritar. Un hombre fuera de sí decía, – Por favor, si hay gente cristiana por aquí, que recé conmigo, por favor.

La señora cada vez tenía más dificultad en respirar, un perro intentó lamer la cara de la señora y otro perro, propiedad de la hija de la señora, se hizo pis de miedo. Todo era confusión e histeria. Asombrósamente yo mantenía la calma, alguien me preguntó si yo era médico, le dije que no. La señora dejó de respirar, todo se multiplicó. Acerqué mi oído a su pecho, no había respiración, ni latidos, estaba muerta. Era el momento de la RCP (Masaje cardio pulmonar). Me puse en posición con mis brazos extendidos, una mano sobre la otra y comencé el masaje cardíaco, un hombre extranjero de lengua incomprensible empezó a insuflarle aire en la boca. Recordé que muchas veces se rompen el esternón y las costillas, pero su pecho cedía bien al empuje del masaje y, sin llegar a transcurrir el minuto, la señora empezó a respirar de nuevo. Dejé de masajear, a mí alrededor la gente continuaba aconsejando, dando gracias a Dios y vociferando pero yo sentía un silencio interno. La mujer me miró a los ojos y de forma angelical me sonrió dulcemente. Yo le devolví la sonrisa, podría decirse que se sentía plácidamente feliz y yo con ella.

En seguida vino la ambulancia, me levanté cogí mi bolsa de las verduras y marché. No conozco su nombre, ni ella el mío, solo sé, que era francesa y probablemente no nos volvamos a cruzar en la vida. Me quedo con su mirada de complicidad y de unas gracias sin palabras. También con la experiencia de poder haber puesto en práctica lo que  tantas veces me enseñaron.

Estoy seguro que cualquier guía de montaña, mar o río hubiera hecho lo mismo  que yo. Prestar ayuda en momentos decisorios, es un código que llevamos los guías, y otras muchas personas dentro y que no dudamos en ayudar o socorrer, siempre dentro de nuestras posibilidades. ¡Claro!

Antonio Robledo ZAPA

 

 

Antes de comprar una actividad de riesgo o de aventuras deberías conocer lo que vas a contratar. ¿Estas seguro de que la compañía es fiable de verdad?, ¿Te van a otorgar un guía con los conocimientos suficientes?, ¿Está titulado y que título tiene?, ¿Conoce el terreno?, ¿Qué experiencia tiene?, ¿Está asegurado?, ¿El material está homologado?, ¿Cuál es su curriculum?. Todas estas cosas deberían contemplarse y antes de contratar una empresa deberíamos contratar antes al guía. Las empresas por muchos años que lleven no son garantía de que sus trabajadores son los ideales. No son las empresas las responsables, son los guías en los que recae la responsabilidad y los que físicamente y materialmente te llevaran a esa aventura que has contratado.

Un conocido empresario del marketing denunció en un encuentro de empresarios del sector, la falta de profesionalidad de las personas que imparten este trabajo. L os empresarios del turismo activo se sintieron ofendidos y falto tiempo para señalar que en sus empresas eso no ocurría. Quizás alguna empresa tuviera razón pero la mayoría cargaban sobre sus guías el peso de los precios bajos y una mala remuneración. No voy a decir que la culpa siempre es de los empresarios sin escrúpulos también los guías se infravaloraban al aceptar condiciones vergonzosas. Sueldo bajos, muchas horas y sin contrato. Son algunas de las denigrantes condiciones de trabajo a las que son sometidos y aceptados. Esto no incentiva al guía a seguir formándose o seguir aprendiendo y creciendo como profesional. Una vez escuché a un guía decir  – De todas formas se va a cobrar lo mismo hayas subido el k-2 o el monte de tu pueblo.

Cada vez más se suele utilizar gente en prácticas para la realización de actividades, los conocidos como becarios, a veces delegando responsabilidades de guía sin estar formados o preparados.  Mano de obra barata que no se queja, ni plantea problemas a la empresa y que generan pingües beneficios.

Pero ya puestos a cargar tintas, también lo hago con el consumidor de estas actividades de aventura. La mayoría de los usuarios buscan el precio más bajo. Él que más te ofrece por menos dinero. Gran error, esto inevitablemente te lleva a un mal servicio o a una actividad mediocre y otras veces a un peligro evidente. Las webs de las empresas no son una garantía de veracidad, suelen mentir bastante y engañar con imágenes de otros lugares o de archivos comprados.  El cliente no es consciente que está contratando actividades de riesgo y que mucho de ese peligro se evitaría con un guía formado y experimentado.  Buscar la oferta implica que no vas a tener a los más profesionales a tu lado y lo que podría  ser una experiencia fabulosa se puede convertir en desagradable y otras “las menos afortunadamente” en tragedias. ¡Ten cuidado! En el turismo activo Lo barato sale caro.

Zapa guía de aventuras