Recientemente visité un lugar muy peculiar en el desierto egipcio. Se denomina el Valle de las Ballenas. A unos 200 km de El Cairo, adentrándose en el Sáhara, se ubica este revolucionario yacimiento. Sobre el suelo reseco del desierto afloran esqueletos de prehistóricas ballenas. Lo que un día fue el mar de Tetis, hace 35 millones de años más o menos, se encontraba habitado por estos mamíferos acuáticos. Principalmente destacaba el Basilosaurus, de más de 20 metros de largo, y, de menor longitud, el Dorudon, con 5 metros.

El lugar se llama Wadi Hita, protegido por el gobierno egipcio y se puede visitar. Nos encontramos en su entrada con un fantástico centro de interpretación. La construcción encaja perfectamente en el terreno, sigue las formas semiesféricas típicas de las construcciones del desierto sin ser disonante. Posee una sala donde exhiben unos videos introductorios. En la sala principal se hayan expuestos los restos de las ballenas, acompañados de carteles informativos de la evolución, muy bien explicados.

Dispuestos a realizar la visita nos pertrechamos de agua y empezamos un circuito a pie delimitado por los hallazgos encontrados. Un total de mil restos óseos encontrados en toda el área, unos mejor conservados que otros. No deja de sorprenderme que a cientos de kilómetros del mar se encuentren estos vestigios. Me da por pensar una vez más en los cambios realizados en la tierra a través de los tiempos y lo insignificantes que somos.

El recorrido transcurre por un oued o valle donde se originan formas muy caprichosas en las rocas y el paisaje. Lo mejor es realizarlo al atardecer o anochecer, cuando el sol no adquiere tanto protagonismo.

Cuando dije lugar revolucionario no exageraba, pues éste es uno de los lugares donde se descubrió que el Basilosaurus, que poseía unas patas traseras y unas piernas pequeñas perfectamente articuladas (como la las piernas de una niña de 3 años), que no podían soportar evidentemente su peso en tierra, era la prueba definitiva.

Las ballenas emigraron del mar para tener una vida terrestre, como muchos más seres vivos. Es en este medio donde desarrollaron extremidades para sobrevivir y poder desplazarse. Sin embargo, las ballenas hicieron algo muy sorprendente en el mundo animal. Retornaron gradualmente hacia el agua y abandonaron su vida en tierra totalmente, llegando a ser como los actuales cetáceos que surcan nuestros mares. Durante la transición fueron menguando sus extremidades hasta su desaparición. Dicen que las ballenas vienen de animales ungulados, y algunos apuestan sobre  que se originaron a partir de un hipopótamo o algo parecido. En todo caso, ese fue el inicio del retorno hacia los océanos, donde al parecer se sentían mejor.

 

Por Antonio Robledo ZAPA

 

 

Solo andando se consigue detener el tiempo, decía un amigo. No sé, si es cierto o solo fue una frase grandilocuente más. Lo que si sé, es que cuantas más sensaciones y momentos extraordinarios pongas en tu vida, más grande será la percepción del tiempo. Todo bicho viviente cuando le llega la hora, siempre resalta lo mismo. Vive, en toda la extensión de la palabra, no te arrepientas de nada y si te tienes que arrepentir de algo es de lo que no hiciste. Viajar es sinónimo de vivir, cuando los ojos se recrean en un mismo paisaje durante largo tiempo o se consumen las horas o se reflexiona hacia dentro en un ejercicio de traslación corpórea que va más allá del ensimismamiento y al alcance de muy pocos.  Viajar no es poner km. de por medio, es tener la capacidad de volar, de poner todos tus sentidos al servicio de la imaginación. Se puede viajar en autobús o en libros, ambos vehículos te llevaran al mismo tiempo y al mismo lugar. El libro te proporcionará ese estado de ingravidez donde el físico no sufrirá daño alguno, el autobús te exige intemperie y la exposición de la piel. En uno soñaras y en el otro dispondrás de sexo permanente. Ambos te recubrirán de una capa de oro, aunque algunos, los menos, los más estridentes te dirán que vas desnudo. Que vamos hacer si no tienen valor y la cobardía les da sus justificaciones. Pero los que nos subimos al carro de la incertidumbre rentabilizaremos nuestra estancia en la tierra, por eso los dioses hicieron la tierra redonda para que fuera infinita y solo concluyeras tu viaje con el último suspiro.

Antonio Robledo ZAPA