Cuando los indígenas americanos veían a los primeros europeos a caballo, pensaban de ellos que eran solo un animal. Tan extasiados se quedaban que huían despavoridos ante tamaña criatura. Nunca habían visto un caballo, ni a un hombre barbudo, todo junto se asemejaba al mitológico centauro. En mi afición por el kayak en inhóspitos ríos sentí en alguna ocasión que producía tal sensación. Observado por gentes aisladas, no acostumbradas a la presencia de navegantes en sus turbulentos cauces, jamás presenciaron tal artefacto flotante. Cómo un extraterrestre bajando por sus ríos me veían, y más con casco, chaleco salvavidas y una piel de neopreno, en ocasiones también huían cuando intentaba preguntarles por algo, éramos de una sola pieza. Y es que esa misma sensación también la tengo yo al estar horas encajado en la angosta piragua ceñida como un guante. Así es… los kayakistas somos especialmente sufridores, pero sabemos que portamos la mejor herramienta para el descenso de ríos de aguas vivas. No hay nada como un kayak para poder sortear rápidos de toda índole, no se resisten ni las cascadas, es la auténtica reina de las aguas bravas. El hombrekayak no conoce límites, cada día supera récords, lo que hasta el día de ayer era considerado un infranqueable, llega un hombrekayak y rompe el himen de esa catalogación, otorgándole un grado 6º, el top de la navegación. ¿Para cuándo se inaugurará el grado 7º? En mi humilde opinión creo que ya hace tiempo que se alcanzó ese nivel. Aunque no está reconocido todavía. ¿Quizás sea el momento de ponerlo encima de la mesa? de todas formas si lo que quieres es iniciarte en este noble e inigualable deporte, te proponemos unas fechas para que puedas bajar y aprender las técnicas del kayak alpino o kayak de aguas bravas. El fin de semana 13 y 14 de mayo, en el río Cabriel a una hora de valencia y a dos horas y media de Madrid.

¡Alístate compañero riachero!

Antonio Robledo ZAPA

Desde que compré el teleportador de materia, no paro en casa. Ya me deshice del teletrasportador, aquel viejo cacharro que me hacía pasar a la velocidad de la luz por todo el universo. Con el teleportador salgo de mi casa y, zas, aparezco en Sirio sin tener que pasar por ninguna escabrosa área plagada de meteoritos o escombros interestelares. Ayer mismo me fui  al horizonte de sucesos del agujero negro 384-X-34Q, que me habían recomendado. Justo en el borde mismo, en primera línea, estuve haciendo un picnic ante el atrayente y negro agujero. Mañana me voy a un exoplaneta de la constelación de tauro, donde hay unas formaciones de cristales de berilio fantásticas para hacerme unas fotos y ser la envidia de la galaxia. Cada vez me aburre más la tierra: que sí un día hace calor, que si otro te hielas, después del cambio climático esto es un coñazo. No sabes a qué atenerte. Está todo hecho un páramo inhabitable, tal y como lo dejaron después de la guerra nuclear entre americanos y rusos por Ucrania. Se lo tuvieron merecido, tanta arrogancia, tanta desfachatez, ahora ya no vive ninguno de ellos para contarlo. Menos mal que siempre nos quedará África. Aunque cada vez nos ponen más problemas para emigrar allí. El black power no quiere mestizaje, según ellos se debilita la raza y la hace más fea y débil ante las radiaciones. Al final tendremos que irnos a la vecina galaxia de Andrómeda. Hay un planeta enano con atmosfera y vida jurásica que está empezando a domesticarse. Lo  vi en una agencia interespacial llamada Aldebarán holidays. Bueno, es una opción, no creo que consiga entrar en África sin papeles. Y si entro me espera un trabajo de mierda hasta conseguir el permiso de residencia.

 

Microrrelatos

Antonio Robledo ZAPA

Cuando miro por el espejo retrovisor de la vida, me vienen aquellas anécdotas semienterradas por el peso de los tiempos y la desmemoria. No sabría deciros cuando, ni los que participamos… En mi trayectoria como kayakista hubo una época, que rara era la semana que no nos embaucábamos en algún proyecto peregrino de resultado incierto.

Había llegado a nuestros oídos que la presa del Molinar había empezado a desembalsar agua tras 20 años de parón. Habían construido unas tuberías que desviaban el agua del Júcar hasta otra presa, dejando el cauce seco durante todos esos años. Aquel río, el devastador que llamaban los romanos, le habían secuestrado las aguas en post de un relativo progreso. Al parecer una avería, le había devuelto las aguas a su cauce “una aberración más en nuestra opulencia”. Aquello sonaba a aventura volver a descender el río robado.

Montamos una cuadrilla de piragüistas y allá que nos fuimos, El comienzo fue muy interesante, con pasos de grado 3º de dificultad y alguno rozando el 4º. Luego ya nos adentramos río abajo por un valle ignoto. Donde poca gente se había aventurado en los últimos 20 años.

Cuando tras haber descendido uno 10 km. Aproximadamente nos encontramos con unas pequeñas paredes que flaqueaban el río. OHH!! Cáspita!! De repente ante nosotros, un muro de zarzas que bloqueaba el río de lado a lado. Volver era demasiado tarde y la morfología del río nos impedía ir por la orilla. El río con su potente cauce continuaba, pero el tamiz que proporcionaba el zarzal nos frenó en seco.

Les propuse al grupo lanzarme en posición de seguridad  con el kayak cogido del asa y aventurarme por el frondoso seto espinoso.  Les dije que me metería y en el caso de no poder continuar, les avisaría con un potente chiflido. Y allá fui. La posición de seguridad es como hacer el muerto con los pies por delante y flotando, en el caso de recibir un golpe lo amortiguas con los pies. Con la mano y cogido del asa, llevaba el kayak por detrás de mi.

Con la esperanza de que aquello fuera un momento allá me lancé, mientras los otros me daban tiempo. Tiempo tuve en acordarme de lola flores por haberle dedicado una canción a esta infernal planta “la zarza mora”. Entré como tenía previsto, esquivando lo que podía pero eso fueron los 4 primero metros. El agua se tornó veloz y la maraña espesa, ahí empezó mi suplicio. Como cables de espinas rasgaban mi neopreno, chaleco, manos, cara. Fue como encerrarse en una cabina telefónica con veinte gatos rabiosos. Sabía que no me podía dejar el kayak atrapado en el zarzal, mi única obsesión era el de no perderlo, pero entre mi cuello y mi cabeza se    interponían cables repletos de garfios, fue como atravesar una frontera de interminables concertinas. En mi lucha de mantenerme a flote y no perder nada, trascurrió el suficiente tiempo para que los compañeros pensaran que no había problema que el paso estaba limpio. Y allá que se introdujeron uno de tras de otro al zarzal. Por el tiempo que anduve sumergido en ese infierno vegetal calcule que aquello no tendría menos de trescientos metros de espesor. Cuando pude salir era un cristo roto y mi cara era un mapa topográfico con sus curvas de desnivel. A la postre, prácticamente cuando el infierno acababa aparecía el inframundo, pues  aquel baile acababa en un infranqueable. Un salto  de 5 metros donde toda el agua recaía sobre una  sólida piedra, afortunadamente in extremis pude evitarlo. Uno tras otro fueron apareciendo el resto de la cuadrilla, que como yo, sus caras expresaban el pánico de haber atravesado el tejido espacio-tiempo.

Perdimos de todo, tuvimos que bajar varios con cañas en vez de remos hasta la población de Jalance donde acabamos nuestro periplo. Esta es la grandeza de la exploración,  nunca sabes a ciencia cierta lo que te puede esperar. Unas semanas más tarde cerraron el grifo. Y volvió a ser tierras de secano donde la maleza campaba a sus anchas y las reinas moras ejercían  implacables su dominio.