Desde que compré el teleportador de materia, no paro en casa. Ya me deshice del teletrasportador, aquel viejo cacharro que me hacía pasar a la velocidad de la luz por todo el universo. Con el teleportador salgo de mi casa y, zas, aparezco en Sirio sin tener que pasar por ninguna escabrosa área plagada de meteoritos o escombros interestelares. Ayer mismo me fui  al horizonte de sucesos del agujero negro 384-X-34Q, que me habían recomendado. Justo en el borde mismo, en primera línea, estuve haciendo un picnic ante el atrayente y negro agujero. Mañana me voy a un exoplaneta de la constelación de tauro, donde hay unas formaciones de cristales de berilio fantásticas para hacerme unas fotos y ser la envidia de la galaxia. Cada vez me aburre más la tierra: que sí un día hace calor, que si otro te hielas, después del cambio climático esto es un coñazo. No sabes a qué atenerte. Está todo hecho un páramo inhabitable, tal y como lo dejaron después de la guerra nuclear entre americanos y rusos por Ucrania. Se lo tuvieron merecido, tanta arrogancia, tanta desfachatez, ahora ya no vive ninguno de ellos para contarlo. Menos mal que siempre nos quedará África. Aunque cada vez nos ponen más problemas para emigrar allí. El black power no quiere mestizaje, según ellos se debilita la raza y la hace más fea y débil ante las radiaciones. Al final tendremos que irnos a la vecina galaxia de Andrómeda. Hay un planeta enano con atmosfera y vida jurásica que está empezando a domesticarse. Lo  vi en una agencia interespacial llamada Aldebarán holidays. Bueno, es una opción, no creo que consiga entrar en África sin papeles. Y si entro me espera un trabajo de mierda hasta conseguir el permiso de residencia.

 

Microrrelatos

Antonio Robledo ZAPA