Nadie ni nada puede contener la furia de las aguas, el agua siempre busca su camino e interrumpirlo supone enfrentarse al mayor de los elementos. Treinta años llevo observando ríos, estos me hablan y me susurran. En su murmullo me advierten que lo que un día se nos antoja placentero, sinuoso y amable puede convertirse de un día para otro en un cauce devastador y aniquilador sin piedad ni freno, ellos solitos junto a los vaivenes telúricos socavan y modelan la tierra a su capricho dándole forma, convirtiendo su poder en la más bestia de todas las fuerzas. Menospreciar un río supone iniciar el cronometro de una acción desafortunada. Los ríos son elementos vivos, cambiantes e imprevisibles. Los kayakistas amamos los ríos en su largaría, nos gustan sus formas, sus corrientes y desniveles, por eso los respetamos siempre y nunca nos enfrentamos a ellos, simplemente los acompañamos como buenos compañeros de viaje en su descenso. Pero hay palabras que nos ponen orijitiesos al escucharlas: Rebufo, infranqueable, drossage o sifón. Estos últimos, los sifones, son pasos subterráneos de agua formados por grandes rocas que obstruyen el paso y obligan a las aguas a buscar salida por los huecos que forman las enormes piedras, sin embargo no son las rocas, las que más sifones provocan, sino los arboles caídos en los cauces. Árboles que sucumben a la erosión de las orillas y que en sus caídas filtran dejando pasar solo el líquido elemento, atascando y atrapando, impidiendo aflorar a la superficie los cuerpos azules. Tras esa curva cerrada yace el árbol que ocupa de orilla a orilla tejiendo cual trampa mortífera. Silenciosos, por que no advierte, ayer mismo podrías haber pasado sin intuir nada. Forman parte de los cauces como son las piedras, las truchas o los recodos. Siempre atento, control
Nadie ni nada puede contener la furia de las aguas, el agua siempre busca su camino e interrumpirlo supone enfrentarse al mayor de los elementos.
Treinta años llevo observando ríos, estos me hablan y me susurran. En su murmullo me advierten que lo que un día se nos antoja placentero, sinuoso y amable puede convertirse de un día para otro en un cauce devastador y aniquilador sin piedad ni freno, ellos solitos junto a los vaivenes telúricos socavan y modelan la tierra a su capricho dándole forma, convirtiendo su poder en la más bestia de todas las fuerzas.