No vi ni mujeres desnudas cabalgando en caballos por la selva, ni repartidores de paquetes despistados buscando una dirección, sólo vi frondosidad y un cielo verde que como palio cubría  todo. Era el Amazonas.

A lo largo de mi vida, “ y ya son muchos años”, me he dedicado a descender ríos por el ancho mundo, cientos de ríos diferentes. Ríos vertiginosos, límpidos como el amanecer, blancos  deshielo, chocolate, negros como la noche, ríos que se precipitan por cascadas, desbordados, de cauces raquíticos, verdes turquesa, amables y apacibles, bestias indomables, salobres, dulces, fétidos, pesados por sus metales, ríos que desaparecen en la tierra, mar, lagos o agujeros infernales. Ríos con solo una orilla, ríos domesticados y muchos, muchos, la mayoría, salvajes. 

Pero como el Amazonas ninguno.

Una vida dedicada a comprender el lenguaje de los ríos. Utilicé para navegarlos kayaks, balsas de rafting, canoas, hidrotrineos, neumáticos, kayucos y desde hace unos doce años aprendí a bajarlos de pie, erguido, intentando no doblegarme ante turbulencias, desniveles u obstáculos. El SUP o Stand Up Paddle o paddle surf apareció en mi vida y me enamoré de esta nueva embarcación y sobre todo de su perspectiva.

Hace poco me uní a un grupo para bajar un río de la cuenca amazónica en SUP. Me contrataron como especialista para ver si se podían organizar grupos. Iba acompañado de un pueblo indígena amazónico, llamado los Sapara. Apenas quedan 500 miembros de esta etnia hoy en día. Los virus y sobretodo el caucho diezmaron su población. Hoy están intentando recuperar su lengua, el Sapara. Sólo dos abuelos la conservan, el quichua se impuso. El español les cuesta hablarlo, a pesar de encontrarse en Ecuador.

Comimos y bebimos lo que nos daba la jungla durante esa semana. Nos olvidamos de nuestra alimentación para convertirnos en pobladores de la selva.

El primer día que nos metimos en el río no había dejado de llover, como solo llueve en la jungla. El caudal creció convirtiéndolo en peligroso si no se conoce la mecánica del agua. El resto del grupo iba en cayucos conducidos por expertos indígenas. Aun así hubo algún problema debido a la súbita crecida. La singularidad de su cauce la determinaban sus constantes meandros, curva tras curva no había ni un solo momento en que el río tuviera cien metros en línea recta. Si no eras precavido, te podía lanzar sobre el exterior del meandro. La vegetación interrumpía el camino y en vez de sortear rápidos, había que sortear los troncos que cruzaban en ocasiones de lado a lado el río y que los indígenas decían que eran los puentes que utilizaban los jaguares.

Imagínense remar por un jardín botánico, un jardín de plantas y árboles plantados por el azar que sólo la naturaleza puede ofrecer. Helechos arbóreos, bambús, lianas, palmas, ceibas, plantas con hojas del tamaño de sábanas, flores, orquídeas, como si un jardinero se hubiera molestado en crear un decorado. Era simplemente maravilloso.

Con el tiempo el río llamado Pinguyaku fue cogiendo anchura. Numerosos afluentes tributaban aguas a su cauce, permitiendo y facilitando su navegación. Cuando me bañaba en sus aguas de color terracota notaba como sus fondos estaban repletos de troncos hundidos, ocultos a través de los tiempos. Era una auténtica red de troncos invisibles que cubría sus fondos y los hacía peligrosos.

 

Durante mis baños no cesaba de pensar en las anacondas y portaba un cuchillo a mano por si sintiera su fraternal abrazo.  Nunca había tenido las sensaciones de un río así, uno de los miles de afluentes que vierten aguas al Amazonas y que hacen que por algo éste sea la madre de los ríos. La conclusión final es que, afortunadamente para su salvación, no es apto para bajar con grupos. No hay constancia de que alguien lo haya hecho antes.  Es la primera vez que se desciende en SUP un río de la cuenca amazónica.

Por Antonio Robledo “ZAPA”

Antonio Robledo ZAPA – 1966

Guía de embarcaciones de aguas bravas federación española de piragüismo 1998

Aperturista de ríos

Pionero en river SUP desde 2008

Miembro del equipo de Al Filo de lo Imposible

Profesor de seguridad y rescate en aguas vivas

Fundador de Kalahari Aventuras en 1995, empresa pionera en el río Cabriel

Autor de Manual de SUP en aguas vivas

Autor de Manual de rescate en SUP en inundaciones y crecidas

Diseñador de tablas de SUP

Profesor guide master international SUP river

Guía de viajes de aventura en Marruecos, China, Nepal, Tailandia, etc

Director de expedición primeros descensos en SUP del río Nilo y río Gambia

Inventor, escritor y aventurero

 

 

 

 

 

 

Dicen que solo el mar curte al marinero, y como marino de agua dulce que soy no puedo estar más de acuerdo. El río con todas sus variables proporciona toneladas de  anécdotas y situaciones extraordinarias, produce una combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar, lo inimaginable sucede y nada podemos hacer hasta que se presenta ante nosotros.

Me habían solicitado para impartir un monográfico de río en una empresa amiga en tierras del alto Segura. Durante dos días bajamos en balsa de rafting, kayak y river SUP.  Un poupourri de formas de descender un río fácil ( grado IIº ) para que a los becarios recién salidos de ciclos deportivos motivarlos de alguna forma. Mostrarles  que podía ser una buena y bonita forma de ganarse la vida. Enseguida me di cuenta de quien pintaba maneras y quién no. Formula que me falla muy a menudo y por la cual he aprendido a esperar pacientemente hasta que la evidencia me lo demuestre. El grupo era majo y lo importante: “se les veía ilusionados y ávidos de aprender”. Tengo por costumbre no solo enseñarles técnica de navegación, sino darles seguridad, autorrescate, algo de animación y fundamentos básicos del guíaje de grupos. Aunque dos días no es nada, mi intención y la de mi amigo era sembrarles la semilla de la curiosidad, para que realmente deseen formarse como profesionales del sector de la aventura.

El segundo día repetíamos el tramo, les propuse cambiar de embarcación para que todos probaran de todo. La ruta aunque sencilla gozaba de la belleza de un río mediterráneo, con sus rincones idílicos entre murallas de caliza y bosques aromáticos.

En una de estas, el río andaba plano y con una corriente muy suave, en aguas transparentes con un toque  aturquesado que proporciona el karst, cuando prácticamente a mi lado uno de los chavales se relajó y en los restos de un viejo árbol  que yacía en el cauce semisumergido chocó con la tabla, fue una caída más entre todas las que suelen suceder en el descenso de un río sin más.

El chico me miró y casi sonriendo me dijo: – Se me ha quedado enganchado el pie. Al segundo me di cuenta de la gravedad del asunto, aunque el río no revestía ningún peligro aparente. Me di cuenta de que era un empotramiento, o pie atorado  y si bien no daba sensación de peligro podía haberlo. Paré a todo el mundo y sacamos cuerdas para tirar desde arriba.

Se le había enganchado los cordones de la zapatilla en una rama del tronco sumergido, le dijimos que intentara quitarse la zapatilla, pero no podía por la fuerza de la corriente que a pesar de ser poca le impedía soltarse el zapato del pie, estaba atrapado, conforme pasaba el tiempo el chico, que afortunadamente era fuerte, empezó a agobiarse, intentamos tirar con la cuerda desde arriba pero no resultaba eficaz, tampoco el sitio donde estábamos nos facilitaba la maniobra. Hasta que soltó un agónico  – Por favor podéis cortarme los cordones. Entonces realizamos una cadena humana y un chico se sumergió  con la navaja y pudo cortar los cordones liberándolo. El chico nos confesó que no sabía si estaba cortándoles los cordones o directamente el pie. Lo cierto es que si no hubiéramos estado ahí, el chico probablemente hubiera muerto ahogado en el lugar más insospechado de un apacible río.

Esta situación nos proporcionó una visión realista de lo que es un río, donde nunca hay que bajar la guardia y donde el tramo más sencillo puede convertirse en una pesadilla sí lo infravaloramos o menospreciamos. Fue muy didáctico y ejemplarizante, hasta para mí. El río nos pone a cada uno en su sitio una vez más.

Cuando alguien me pregunta ¿esto es peligroso? La respuesta es una pregunta ¿tú sabes de alguna actividad o acción en esta vida que no conlleve peligro? Y es que el peligro cero, no existe. Se puede intentar minimizar el riesgo o incluso a visitar  un parque temático donde te garantizan la seguridad, pero todo lo que entrañe naturaleza, ríos, montañas, barrancos, posee un factor de riesgo incontrolado que toda persona debe asumir,  si no es así lo mejor es que se quede en casita en el sofá, sin descontar un posible infarto cuando a tu equipo le metan un gol en el último minuto.

Enseñanzas: Si bien no descartamos las zapatillas o botas con cordones para bajar un río, debemos ser conscientes de que hay una posibilidad, por ínfima que sea, donde podamos sufrir un enganche de nuestros cordones. Desde esa experiencia he decidido comprarme unos escarpines con una buena suela y una cremallera lateral, como el modelo abotincaz sin cordones de la compañía vasca seland. De todo se aprende y todo nos enseña, Nos vemos en el río, compañero/a.

Antonio Robledo ZAPA

Kalahari aventuras.

 

 

Nadie ni nada puede contener la furia de las aguas, el agua siempre busca su camino e interrumpirlo supone enfrentarse al mayor de los elementos.

Treinta años llevo observando ríos, estos me hablan y me susurran. En su murmullo me advierten que lo que un día se nos antoja placentero, sinuoso y amable puede convertirse de un día para otro en un cauce devastador y aniquilador sin piedad ni freno, ellos solitos junto a los vaivenes telúricos socavan y modelan la tierra a su capricho dándole forma, convirtiendo su poder en la más bestia de todas las fuerzas.